viernes, 31 de julio de 2009

El ritual (1)

Llamé y abriste la puerta. Asomaste tu preciosa carita y me dejaste pasar, cerré la puerta detrás mío... y te admiré. Admiré tus ojos... tus labios... tu pelo... la forma en que tus pezones se colaban por los agujeritos de tu body de red... el tanguita... los stockings...

No me dijiste nada, tal y como te había pedido. Te apretaste contra mí y empezaste a desabrocharme el cinturón, lenta y solemnemente. Sé que te pedí que no hubiera ningún tipo de contacto mientras me desnudaras, pero no pude evitar tomar tu mentón y besarte mientras me seguías desnudando. Mmm... tus labios sabían exactamente como me los había imaginado todo este tiempo...

Mi pantalón se deslizó finalmente hacia abajo. No esperaste más y también bajaste mi slip... y apareció mi erección finalmente ante tus ojos. Te apretaste a mí, abrazándome, mientras tu mano recorría por primera vez toda mi longitud. Me tocaste con dedos cautos y exploradores, como si fuera de cristal, como si no te lo creyeras aún... Y por fin pudiste seguir el contorno de tu deseado capullito, tal y como habías fantaseado tantas y tantas veces.

Entonces cogiste mi miembro y tirando de él me guiaste suavemente al baño. Fue toda una visión el contemplarnos en el espejo, mientras ajustabas la temperatura del chorro del grifo. Tú guapísima, mordiéndote el labio inferior, una mano en el grifo y la otra aún agarrándome, con esas tetas que me moría por tocar perfectamente visibles bajo la red... y yo con la polla bien dura y erecta, apretado a tí...

Tiraste un poco más de mi miembro para acercarme al lavabo. Di un leve respingo al notar el agua mojando mi capullo, pero inmediatamente tu mano se interpuso y fuiste dirigiendo el chorro del grifo para dejar bien mojadito mi sexo. Sin prisa pero sin pausa empezaste a enjabonarme. Empezando por la puntita, tus dedos fueron esparciendo el jabón sobre mi polla mientras la masajeabas lentamente, mimándola a medida que ibas bajando por todo mi tallo. Tus dedos firmes y seguros no se olvidaron de mis huevos ni de mis ingles mientras yo disfrutaba de cada caricia que me regalabas.

Mi mano se deslizaba por tu culito, surcándolo con los dedos, enmarcándolo con caricias, y empezaste a pajearme lenta y deliberadamente. Tu mano se deslizaba sobre mí, entreteniéndose con mi capullo cada vez que llegabas a él, dibujando su contorno con la yema de tus dedos y dejándolo blanco de espuma. Me incliné y te besé de nuevo, ansioso de tus labios. Mi cuerpo se arqueaba para que llegaras sin dificultad, para que acariciaras todo mi sexo...

Volvió a abrirse el grifo, y poco a poco fue desapareciendo todo resto de jabón sobre mi polla. Seguiste masturbando mi mástil, mojado y durísimo, mientras lo secabas con la toalla... y entonces volviste a asirme y a tirar de él. Pese a que seguías respetando mis indicaciones de hacerlo todo en silencio y lenta y ceremoniosamente, notaba que estabas ansiosa por cumplir con la siguiente parte del ritual...

(Continuará)

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